Un comercio de indumentaria ubicado en el centro de la ciudad fue víctima de dos robos con apenas quince horas de diferencia, dejando al descubierto la preocupante falta de control y vigilancia en una zona donde la circulación de fuerzas de seguridad debería ser constante.
El primer hecho ocurrió alrededor de la 1:30 de la madrugada, cuando desconocidos rompieron el vidrio de la puerta del local y sustrajeron dinero en efectivo y algunas prendas. Lo más alarmante es que el vidrio roto permaneció así durante más de siete horas, hasta que las propietarias llegaron al comercio cerca de las 8:30 y descubrieron lo ocurrido. Nadie, ni la policía ni la guardia urbana, advirtió la situación a pesar de que el local está ubicado en una zona céntrica y transitada.
Ese mismo día, durante la tarde-noche, el comercio volvió a ser blanco de un segundo robo. En esta ocasión, los delincuentes rompieron la vidriera y se llevaron una computadora, pilas de buzos, jeans, remeras y una gran cantidad de mercadería para hombres, justo en vísperas del Día del Padre, uno de los momentos de mayor venta del año.
El perjuicio económico fue muy importante, pero el daño emocional y la impotencia por la falta de respuesta preventiva agrava la situación. Las comerciantes no solo perdieron mercadería y dinero, sino ta
17/06/25 Dos robos en el centro y una ausencia que duele más que el vidrio roto
Hay algo más grave que sufrir un robo: sufrir dos en menos de 15 horas y comprobar, con desoladora claridad, que nadie cuida lo que debería ser de todos.
Lo que ocurrió en el local de indumentaria del centro no es solamente una secuencia de delitos; es un reflejo de una ciudad que parece haber soltado el timón en materia de prevención. El primer robo ocurrió a la 1:30 de la madrugada. El vidrio roto quedó a la vista, en pleno corazón urbano, durante más de siete horas. Nadie lo notó. O peor: nadie lo reportó. Ni patrulleros, ni móviles de la guardia urbana, ni agentes caminando. ¿Qué hacen, entonces, quienes tienen a cargo la seguridad?
No es una exageración decir que la falta de vigilancia permitió el segundo robo. El primero fue un aviso. El segundo, una confirmación de que la impunidad camina cómoda por las veredas del centro.
El golpe económico es tremendo. Las comerciantes perdieron una enorme cantidad de mercadería justo antes del Día del Padre, una de las fechas más importantes para las ventas del rubro. Pero el golpe emocional es aún mayor: la certeza de que están solas, que ni siquiera una vidriera destrozada es suficiente para activar una alarma.
Una persona fue detenida y parte del botín fue recuperado. Pero la herida no se cura solo con una detención. Hay un daño más profundo que deja este episodio: la confianza rota. Porque mientras el vidrio puede reponerse, lo que parece quebrado es el compromiso con la seguridad cotidiana.
La prevención no puede ser solo un eslogan. Se trata de recorrer, observar, intervenir. De estar. No se trata de llegar después, sino de evitar que las cosas pasen. Ese, claramente, no es el camino que estamos viendo.